sábado, 29 de agosto de 2015

Muy guapa, y muy lista!

Cada día, de una forma u otra, al poner los pies en la calle se inicia un ciclo que se puede medir en base a diferentes parámetros. Horas, minutos, jornada laboral, quehaceres, ocio, o quizá número de contratiempos que nos obstaculizan nuestros objetivos hasta alcanzar la vuelta a casa. En un supuesto viaje heroico diario, como los que realizan los personajes de ficción (sobre todo en el cine norteamericano) todos tenemos "enemigos", obstáculos y complicaciones para cumplir la meta que contiene cada jornada de veinticuatro horas. Eso nos pasa a todas y a todos, independientemente de nuestro sexo. El ingrediente extra que podemos sumar a la ecuación cotidiana de cualquier individuo de sexo femenino lo podríamos medir en añadidos que hacen la travesía más "entretenida" (por usar un eufemismo) e inesperada. El abanico es inmenso y aunque, por lo general, cualquier mujer aprende a "incluirlo" y seguir adelante, hay algo cada día que puede llegar a sorprender, y ¡oh, qué atrevimiento! a sacarnos de nuestras casillas.


Algunos ejemplos "inofensivos":



– El portero de tu propio edificio al saludarte, no mira a ningún otro lado, salvo a tus tetas.



– Al entrar al autobús, el conductor te recibe con un "hola guapa!", sin conocerte de absolutamente nada. -¿Le dirá lo mismo al señor con corbata que viene detrás? Instantes más tarde confirmas que no.



– Un señor te pregunta algo en el súper, y al indicarle (aunque tiene unos 76 años), sobreentiende por tu amabilidad que sin duda sugieres una invitación y se te acerca demasiado y pone los ojos muy raros mientras te habla.



– Varios tipos que no conoces de nada, a lo largo del día, se te acercan demasiado y murmuran cosas ininteligibles en unos casos, y en otros, cosas que hubieras preferido no entender.



– Hay un tipo en el metro que te mira con una expresión que indica o querer asesinarte o estar viendo una película porno en su cabeza. Bajas una parada antes que la tuya porque ya es de noche.












"¡Pues ya estoy harto de ser trapo rojo, quiero volver a ser toro!"


Jack Lemmon en "Con faldas y a lo loco" de Billy Wilder







La cuestión candente es que, por un lado, hay una exigencia por parte de la sociedad a encajar dentro de unos cánones que se encargan de recordarnos ad nauseam en marquesinas, tv, cine, spots publicitarios, catálogos de ropa, perfumes, helados... La exaltación al culto al cuerpo femenino codificado de una única forma se representa como una imposición, y sin embargo, resulta una forma directa de colocarse en un rol vulnerable y siempre en el punto de mira.

Por otra parte, ¡ay, si una se olvida de ello! Todo tipo de males pueden acontecer. Entre otros, acceder al pecado de Hybris de los griegos inmediatamente (el pecado de "pasarse" o traducido a baremos del XXI "soberbia") adaptado únicamente al sexo femenino. En este caso, el juicio sumarísimo puede ser en silencio, o si una se pasa mucho, mucho, llegar a provocar indignación general.


Me viene a la mente la maravillosa Katharine Hepburn, que corriendo el año 38, mantenía un contrato con la productora de cine RKO, la cual la tenía secuestrada artísticamente, y sometida –como al resto de actores de Hollywood– a duras encuestas de opinión entre el público, que la consideraba antipática, engreída y soberbia (cumplido arriba o abajo). De manera inexplicable "La fiera de mi niña" –para la cual ella sugirió añadir cientos de caídas, roturas de vestimenta que la dejaban con el culo al aire, golpes y tropezones, haciendo uso de lo más típico de la comedia desde sus orígenes, para así congraciarse con el respetable que se reiría viéndola sufrir y hacer el "ridículo"– resultó un completo fracaso de taquilla y la productora le colocó la etiqueta de "veneno para la taquilla". Esto la obligó refugiarse en el teatro haciendo una gira con la maravillosa "Historias de Filadelfia" que recorrió los EEUU durante dos años, de la cual compró los derechos y así pudo negociar con la sartén por el mango con la Metro Goldwyn Meyer (que la contrató a regañadientes tras el éxito incontestable de público y crítica de la función). 
Pero esto es otra historia. Lo interesante aquí es entender por qué el público podía odiar a un actor inteligente, resuelto, que no mostraba dudas en su proceder, que vestía pantalones y no hacía concesiones al mercadeo hollywoodiense... ¡Porque no era un actor sino una actriz! En este punto es cuando se hace antipática, muy lista y muy guapa. Pero ¿cómo se atreve?





- "Me parece, Sr. Tracy, que es usted demasiado bajito para mí"
- "No se preocupe, Sta. Hepburn, yo la bajaré a mi altura"

Primera conversación cuando los presentaron.







En el año 40 se estrenó "Historias de Filadelfia" y Kate siguió cayéndose por el suelo, siendo abofeteada, revolcada, despojada de su ropa... Y así estableció que le sería tolerada su suficiencia, su independencia y sus pantalones, ya que también podía ser muy divertida, si era capaz de tener un poco de correa y ser vapuleada de vez en cuando, para no invadir demasiado las estructuras destinadas únicamente a los hombres.




No en vano Kate es uno de los iconos para al menos un par de generaciones de mujeres feministas, vinculado a la consecución de las metas, al éxito y a la no renuncia a los propios principios.

Y digo yo... ¿Todavía tendremos que ir cayéndonos por el suelo para que nos permitan ser grandes profesionales y no pedir disculpas por ello?


"Muy guapa y muy lista" lo he escuchado y resuena en mi cabeza dicho con la mandíbula apretada, con la rabia contenida y sin pudor en voz alta. Ya no sé si me lo han dicho a mí o se lo dijeron a ella, pero eso es, probablemente, porque nos lo dicen a todas.


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