miércoles, 2 de septiembre de 2015

Es increíble ver a una mujer tocar como un hombre




En estos días he retomado contacto con la música, desde algo más interno, nutritivo, que lo que vengo haciendo hace tiempo, y me he puesto a tomar un curso online por puro placer. Entre las variadas tareas semanales que tengo que completar, a veces la cosa se trata de identificar cosas trabajando el oído, y poner ejemplos de canciones en forma de vídeos, audios, o demás cosillas que se encuentran fácilmente en la red.

La cuestión es que ahora estamos con la escala pentatónica y el blues, así que, lógicamente, uno de los ejercicios consistía en buscar algún blues, que definitivamente lo fuera, para certificar que te estás enterando de qué va la cosa.

Así que, como lo que es un blues, creo que ya me lo sé,  me puse el auto-ejercicio de buscar genias que hubieran sido grandes blues-women, para, de paso, colgarles algo un poco más raro (entre tanto Eric Clapton, John Lee Hooker, B.B. King... que les van a enviar). 

Lo inquietante del caso es que, cuando me puse a buscar, aparecieron una miríada de mujeres valiosas, virtuosas, completamente geniales, y desconocidas para mí (no hablo de Bessie Smith, Billie Holiday u Odetta, sino de otras tantas que creo, no han sido tan visibles). 


La grandiosa Odetta, para quienes no la conozca. Poderosa.


La lucha que aparece en los libros, la que tiene que ver con el feroz racismo que vertebra la vida en EEUU en la primera década del siglo XX (no es que haya terminado, claro), nos habla de los diferentes intérpretes maravillosos que fueron discriminados, aunque también aplaudidos. Unos se significaron política y socialmente como combatientes por sus derechos, como Charles Mingus (enorme contrabajista), y otros, para muchos -sobre todo para el resto de músicos de raza negra- se vendieron al patrón que exigían los blancos, como Louis Armstrong. 

La lucha que no aparece, la invisible de verdad, es la de toda esa larga lista de mujeres que componían, como Irene Higginbotham (autora de la gloriosa "Good morning heartache", que popularizó con enorme delicadeza Billie Holiday); que tocaban sus instrumentos de manera completamente virtuosa, o que capitaneaban bandas, como Lil Hardin. El lugar visible para la mujer se relegó, únicamente, a las cantantes, quizá porque esa posición entraña algo que tiene que ver con objetivarlas también. No hace falta que hable aquí de las grandes divas del jazz, que todo el mundo conoce. 




Espectacular, Lil Hardin, qué swing y cuánto talento!
Y qué me dicen de Mae Barnes, escobillas y canto!


No hay -que yo sepa, corríjanme si me equivoco- ningún standard en el Real Book firmado por una mujer. Al menos no en los Real clásicos. Y esto es tremendo. Porque había mujeres trabajando activamente, componiendo y con trayectoria profesional. Con la misma vida que todos los hombres del jazz, más el juicio por llevarla.

En mi citada búsqueda, me encontré con esta mujer maravillosa, con la que quiero cerrar el post, en uno de sus videos más tardíos. Es un directo en 2013 y no sé cuántos años puede tener en el mismo, pero seguramente sean más de ochenta. No he visto a nadie tan joven en mi vida. Es una guitarrista de blues de la que la crítica en su momento dijo: "Es increíble ver a una mujer tocar como un hombre". Sobrecoge, pero no sorprende, verdad?

Señoras y señores, les dejo con Beverly "Guitar" Watkins, con todo mi cariño y admiración. Esta mujer me ha hecho llorar.


Beverly "Guitar" Watkins!
No sé si alguien ha intentado hacer una actividad motora invirtiendo 
la posición de las manos, pero es casi imposible.


Como dijo Picasso: "Cuando se es joven, se es joven para toda la vida".






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